Veo las noticias locales y es un flashback seguido por una epifanía. Y, siendo honesta, no sé qué me da más pena, si ver el pasado o vislumbrar el futuro.
Hace poco más de 11 años, así como otras personas que vivíamos en la ciudad de Tijuana, me inconforme proactivamente materializando una intención que se formalizó en una organización civil conocida como Fundación que Transforma. Desde entonces, he procurado inspirar el amor que me despierta la ciudad en la que nací, con la convicción de que solo la ciudadanía hará posible generar las condiciones para un desarrollo justo, donde el espacio público sea un lugar que propicie la sana convivencia.
Como Tijuanense, reconozco las características, condiciones y potencial de esta peculiar ciudad. Aún así, Tijuana no deja de sorprenderme, no por su versatilidad y su capacidad camaleónica de mostrarnos una faceta distinta, según la circunstancia o nuestro interés, sino porque, simultáneamente, de alguna forma, parece que el tiempo se detiene a la par que todo evoluciona (y viceversa). Veo las noticias locales y es un flashback seguido por una epifanía. Y, siendo honesta, no sé qué me da más pena, si ver el pasado o vislumbrar el futuro.
Una combinación entre las consecuencias de la disposición incorrecta de residuos, la violencia diversificada y desbordada, la postura de representantes locales, la respuesta de la ciudadanía, entre otras cosas, me remontan a lo vivido años atrás. A cuando surgió la idea de Fundación que Transforma; a reconocer que muchas de las problemáticas que se viven en la ciudad tienen relación con el grado de involucramiento de la ciudadanía.
11 años después, sigo convencida de la importancia de promover una cultura distinta, en la que asumamos conscientemente nuestra ciudadanía. Ingenuamente, para muchos, opté por incidir a través de técnicas lúdicas, donde el espacio público es transformado con el involucramiento de la niñez y juventudes de Tijuana, principalmente.
Reconociendo la importancia de vivir en un entorno propicio para establecer vínculos entre las personas, y así rescatar el sentido de la comunidad que favorece a un desarrollo justo, agradezco a quienes se han sumado a esta ilusión y se han involucrado en las actividades que embellecen a la ciudad que hace posible el sueño de muchas personas
¿Cuándo cambiará todo?, cuando seamos capaces de reconocer qué tanto somos parte de eso que no nos gusta; cuando tengamos la fuerza de no seguir la inercia que no cuestiona nuestras acciones, la misma que justifica el “así ha sido, así es y así será”. Así de complejo es el reto.
Mi certeza no tiene fecha de caducidad. A 11 años de promover una cultura urbana, sé que podemos hacer más por nuestra ciudad. Por nuestra Tijuana.