No recuerdo exactamente en qué momento tuve conciencia sobre el efecto o consecuencia de mis acciones. Lo que sí recuerdo es que, una vez eso pasó; todo cambió.
No recuerdo exactamente en qué momento tuve conciencia sobre el efecto o consecuencia de mis acciones. Lo que sí recuerdo es que, una vez eso pasó; todo cambió.
Cuando te encuentras rodeada de muchas personas, o vives en un lugar hacinado, es muy fácil perder de vista las acciones individuales; éstas sólo se exponen cuando suceden en lo colectivo. Cuando la acción la hacen simultáneamente un grupo de individuos en un área geográfica delimitada.
Puede ser que no pase nada si una persona deja caer un papel en la calle, por ejemplo; pero pensemos la situación hipotética donde un representante por casa habitada, en una ciudad como Tijuana, deja caer ese papel al mismo tiempo. En principio, serían 332,110 papeles tirados en la calle. ¿Te imaginas eso en volumen? Esa cantidad de papeles podrían generar un caos si están en la vía pública. ¿Sabes cuánto pesaría trasladar esa cantidad de papeles? Siguiendo este ejemplo, si nos referimos a una hoja de papel bond, que cada una pesa 5 gr., aproximadamente, la situación nos exige tener la capacidad de trasladar más de 1.6 toneladas de papel para despejar la vía pública.
¿Cómo se vuelve un problema lo que puede ser una oportunidad de generar bienestar sin sacrificar la calidad de vida de quienes residen en una ciudad? Continuando con el ejemplo anterior, los 1,660 kilos de papel podrían haberse convertido en, al menos, unos 330 pesos en el momento en que se vendieran para su reciclaje, hubiésemos ocupado a un determinado número de personas para realizar la hazaña de juntar tal cantidad de papel, pero habríamos mantenido nuestro espacio público limpio. Desde donde yo lo veo, en lugar de un problema de acumulación de basura, generaríamos empleo y aprovecharíamos al máximo los recursos disponibles.
Lo cierto es que los residuos que generamos en casa, escuela, lugar de trabajo, o mientras estamos en tránsito de un punto a otro, son mucho más que basura y objetos obsoletos. Y, si nos sinceramos; reconoceremos que parte del problema que se vive actualmente en la ciudad tiene origen en nuestros hábitos con relación a los residuos que producimos en el día a día.
Otro ejemplo, serían los basureros clandestinos, éstos no son un problema atribuible exclusivamente a la administración en turno, la basura no la genera el ayuntamiento; somos las personas que vivimos y transitamos por la ciudad quienes la convertimos en un enorme cesto de basura.
En tanto no seamos capaces de cambiar hábitos, desde lo individual, difícilmente viviremos en una ciudad tan limpia como nos gustaría. Vivir en una ciudad limpia nos exige asumir nuestra ciudadanía; implica respetar nuestro propio reglamento, y después, exigir un servicio que atienda las necesidades de la ciudad, proponer y participar en la implementación de una solución coordinada entre quienes habitan la ciudad y la administración en turno.
Los reglamentos son funcionales en la medida que estos se cumplen. ¿Qué tanta disposición tenemos para promover en nuestro círculo cercano hábitos que contribuyan a mantener una ciudad limpia, para denunciar las violaciones al reglamento de limpia de la ciudad, y para proponer e involucrarnos en el funcionamiento de mecanismos efectivos para el servicio de recolección de basura?
Hasta que hagamos nuestra parte, seguiremos viviendo en una ciudad de alcantarillas tapadas en época de lluvia y de basureros clandestinos en cualquier espacio disponible.