Quienes han sembrado, seguramente han experimentado la sensación que despierta la expectativa de poner una semilla en la tierra, o en un algodón húmedo.
Quienes han sembrado, seguramente han experimentado la sensación que despierta la expectativa de poner una semilla en la tierra, o en un algodón húmedo. Básicamente, la ilusión está depositada en verla crecer.
En estos instantes, divertidamente mágicos, donde la historia de una simple acción puede trascender más allá de la persona, algunas preguntas vienen a la mente que tienen que ver con la intención de sembrar para cosechar, lo que no sólo depende de la calidad de la semilla, sino del tiempo y el contexto en el que se siembra, entre otras cosas, por ejemplo;
¿En cuántos días germinará?; ¿Será buen clima para sembrar esta semilla en particular?; ¿La tierra tendrá lo necesario para que esta semilla crezca?.
En ocasiones, aún y cuando tienes a la mano todos los elementos necesarios para que una semilla germine, no siempre se obtienen los resultados esperados. En algunos casos, nuestra intención de crecer algo no siempre prospera. Para quienes lo hemos intentado en más de una ocasión, sabemos que la intención no es suficiente. Así como hay tiempos y/o climas que favorecen a crecer y mantener algo, las semillas nos recuerdan que las condiciones en las que queremos germinarlas, y esperamos verlas crecer, son tan importantes como la calidad de la semilla misma.
La semana pasada me encontraba en una milpa ubicada cerca de la comunidad maya llamada Yaxunah, donde el Sr. Francisco Canul Poot, nos compartió sus aprendizajes de toda una vida de experiencia que proviene de trabajar en el campo. En este espacio resaltó la importancia de renovarse, de no tener miedo de experimentar con nuevas formas de hacer que las cosas pasen y de incorporar los aprendizajes a la práctica, todo esto sin dejar a un lado las tradiciones. Ese día tuvimos que pedir permiso a la tierra antes de entrar a la milpa, así también antes de sembrar.
Esta gran vivencia me recordó que en la vida sembramos de todo tipo de semilla, en ocasiones en el campo, en ocasiones en la ciudad.
Cuando se está consciente de la importancia que tienen todos los elementos necesarios para que algo suceda, aprendemos con el tiempo los cuidados necesarios que debemos de tener para obtener los resultados esperados.
Así como en la milpa, después de la primera siembra siempre existe la posibilidad de re-sembrar, volver a intentarlo en los espacios donde no germinó la semilla cuando se puso en el primer intento.
Hoy creo que para sembrar en la ciudad, no hay mejor escuela que la experiencia en el campo. Reconocer que el mismo cuidado se debe de dar a la intención, como a la acción, sin restarle importancia al entorno, o contexto; definitivamente es un factor de éxito.